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Y de todo te cuento...



No es porque se acerquen las fiestas ni porque me ponga sentimental. La vaina es que tengo más tiempo y por unos pocos días puedo respirar. Como siempre, a fin de año. Porque en el verano me atosigo y no hago lo que debo hacer. O estoy haciendo mil cosas a la vez. Claro que siempre ha sido así. Lo que sucede es que cuando no vivía aquí esas preocupaciones se mantenían siempre en la parte de atrás de mi cabeza, como las abejas se apoderan de un jardín, pero de las que no se oye sino el ruido cuando vuelan.
Este año ha sido uno de cataclismos y mucho más. Nada que ver con los otros que han venido antes, pero creo que va a ser parecido a los que siguen. Este ha sido el año del ‘cambio’. No porque me acerque a los cuarenta y cinco, sino porque es año he ‘crecido’. Si, señor. Como los aguacates de mi abuela, me ha tocado crecer a punta de papel periódico, encima de la alacena.
Me ha conseguido un trabajo ‘de gente grande’. Con todo lo que eso conlleva: seguro social, impuestos, malos genios y mucho computador. ¿Era de esperarse, no? Al fin y al cabo he estado al borde de esto por ocho años, jugando a ser estudiante y manteniendo el síndrome de Peter Pan vivo y coleando. Y no es que haya ‘crecido’ mucho, ni pienses. Es que como todo en mi vida, ‘pasa’ y yo ni corto ni perezoso, pues lo acepto. Ni modo de ponerme a nadar contra la corriente, como los salmones (no que no lo haya hecho, pero no en situaciones como esta). En fin, que estoy ‘asentado’, como diría mi mamá, y por lo que veo, embarniciéndome un poquito. Porque ahora soy talla treinta y dos en vez de treinta –el veintiocho perdido en la distancia- y me compro los pantalones treinta y cuatro, para que no me ‘forren’ nada. Uno, que se vuelve discreto después de los treinta. Sorpresas nos da la vida.
Y todo bien, como dirían en Medellín. No tengo muchos sobresaltos después de haber terminado la puta tesis que casi me cuesta la vida (y la relación con el) pero siguen espadas de Damocles pendiendo sobre mi cabeza: la visa –nunca se deja de ser un ‘extranjero’ en este país-, el trabajo –hay revisiones anuales y tengo que publicar y salir a conferencias dos veces al año- y tratando de llevar la relación de una manera madura y compuesta –que me cuesta trabajo, no te creas- o sea que nada cambia mucho. Ya no es la tesis, la U, el trabajo, el marido. Ahora es el trabajo, el marido, el estado legal… la misma rata pero empolvada.
Pero sigue uno, sin darse cuenta casi. Sigue en las mismas con los mismos que cambian de día a día pero siguen igual. Con momentitos en entre uno y otro cuando uno se muere de la risa, se duerme en los sillones, se atosiga de dulces o se compra una bobada.
Y será entonces portarme como un ‘adulto’ –que algunos logran con la ayuda de Paxil y uno que otro Ativán- pero que a mi me parece es bobada. Yo sigo igual, adicto a Madonna, a las pulseras, a hacerme cosas raras en el pelo y a vestirme como me da la gana. Tal vez eso es lo que me mantiene cuerdo, lo que me anima, lo que alguna gente no entiende -¿...y de verdad tienes cuarenta y cuatro…?- y lo que me mantiene con los pie en tierra y la mente en la luna. Space Cadet. Dice el. La madre, digo yo. Será ver que trae el año que viene. Más responsabilidades, me imagino. Más cosas para hacer. Más clases y más reuniones. Pero también vacaciones, salidas, uno que otro caprichito y un año más que pasa sin que me salgan canas. Y eso es lo que cuenta, ¿no?
Picos.

Comments

  1. “Yo sigo igual, adicto a Madonna, a las pulseras, a hacerme cosas raras en el pelo y a vestirme como me da la gana. ” Some things don’t change, do they, sexy?

    XOXO 👨‍❤️‍💋‍👨

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