De nuevos años y demás...
Un muy feliz Año Nuevo. Y que las cosas buenas se multipliquen y las menos buenas se minimicen. Que otra cosa se puede pedir? Nunca estamos contentos con lo que tenemos. Siempre queremos más y nunca miramos las cosas que hicimos –ya sea bien o mal- para aprender. Siempre pensamos: “lo pude haber hecho mejor” o “no hice nada”. Yo he estado tratando de dejar atrás este tipo de actitud. Ya sea la edad (ya estoy cuarentón) o el vivir aquí (los Estados Unidos SI te cambian) o lo que sea.
Es que me he dado cuenta que siempre he estado cargando equipaje de más y eso lo cobran antes de montarte al avión. Ese mismo punto de vista –que para algunos puede sonar pragmático- viniendo de mi, que he sido la emoción hecha hombre durante toda mi vida, puede sonar extraño. Pero todavía queda eso, lo que sale de adentro, lo que me guía, lo que todavía me mete en problemas cuando mi lengua salta siete segundos antes que mi cerebro y digo lo que pienso y siento.
Pero la diferencia es que ahora no pienso que haya sido un desperdicio. Ni de emociones ni de palabra. Lo que he aprendido es que de todo esto lo que queda soy yo: como la materia, me transformo. Soy una versión de Madonna: subdesarrollado, incompleto, inacabado pero feliz. Porque este año fue de cosas que no se completaron (la tesis, el trabajo) y de cosas que han quedado a media (el trabajo, la tesis o sea que mis prioridades por lo menos han estado claras) pero he entendido mis motivaciones, aprendido de mis errores y he decidido que el futuro si importa, pero no a costo de mi presente.
Si las cosas salen bien, hice todo lo posible para lograr lo que quería y si no, pues sigo intentando. No es que a estas alturas me voy a dar por vencido si no puedo terminar cuando todo el mundo termina, tener lo que todos tienen o no puedo conseguir el trabajo que quiero.
Lo mismo aplica a mi vida sentimental, que como todo el mundo sabe, es una telenovela épica que Corín Tellado y Delia Fiallo se soñarían con una Venezolana de ojos de cervatillo y cintura de dieta. Lo que he aprendido es que tu media naranja (o tu alma gemela o como quiera que la llames) siempre te va a llevar a la locura, ya sea de felicidad o de ira. Y que por eso es tu media naranja: porque te conoce todos los recovecos, te vuelve loco, te enajena y te vuelve a consolar. El ideal romántico del macho Cantábrico que te rescata estaba bueno en el papel de las novelitas de Carlos de Santander, pero en el ámbito de mi vida diaria, no funciona.
Parece increíble que me haya demorado tanto tiempo para aceptar que tal vez el amor de mi vida no haya sido uno solo, que el hombre que he querido –y quiero- pero que ya no es ‘mío’ no es uno solo, y que puedo seguir queriendo y queriendo hasta que tenga cien años y todavía con ganas de montarme un bochinche, como Picasso.
Y eso ha sido mi año: con subidas al tope, bajadas en picada y momentos de aturdimiento –emocional y físico- pero que sumados me dan un todo. Y ese todo es mi vida. Sigo, como dice Shakira, ojeroso, flaco, feo, desgreñado, torpe, tonto, lento, necio, desquiciado. Pero soy yo. Y eso, mi amor, como lo 'bailao' no me lo quita nadie.
Un besote.
Yo.
Espero que haya tenido un feliz año nuevo, me parece buena su reflexión. Hasta luego
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